La vida te puede cambiar en un segundo. Eso es lo que pensó Paco Carballo, usuario de Adaceco, hace diez años tras sufrir un accidente que le produjo un traumatismo craneoencefálico. “Pasé de saber hacer a no saber hacer nada”, comenta. 

Él nunca pensó que podría volver a pronunciar una frase o a caminar por su propio pie. “Al principio, estuve dos meses y medio en el Chuac, me operaron y ahí empecé a tener ‘vida’ dentro de lo que cabe”, confiesa Carballo.

Un periplo donde no conocer a la gente que lo iba a visitar era frustrante para él. Sin embargo, lo trasladaron al hospital herculino de Oza y allí empezó a andar, pero sin saber todavía cómo se llamaba o de qué manera firmar. “Ese proceso fue bastante lento, pero gracias a la medicina, la fe y mi trabajo personal, al final me mandaron para casa”, asegura.

 

La luz al final del túnel

“Llega un momento que la luz se empieza a ver como un farolito, pequeñito, al final del túnel”, cuenta sonriendo con la mirada. En esta época de pandemia que atravesamos, Paco cuenta tanto a través de sus ojos, que hace que la entrevista se convierta en un viaje en el tiempo y nos transporte con él durante los minutos que dura.

En 2013, dos años después de aquel día, llegó a Adaceco, a su segunda familia, en palabras de él mismo. “Aquí encontré una tabla de salvación porque puedo decir que empecé de cero a hablar, razonar, escribir y leer”, agradece con ese brillo en los ojos. 

Cuenta que en la asociación le hicieron trabajar mucho en psicología, logopedia y fisioterapia, aunque se deshace en halagos mientras agradece la labor de las profesionales del centro. “Fueron formidables conmigo porque empecé a hacer cosas que no podía”, asegura Carballo. Pese a este gran esfuerzo, a día de hoy sigue necesitando el apoyo de un terapeuta y la supervisión de otra persona en su vida diaria.

“Cuando estamos sanos no nos damos cuenta del valor que tiene saber defenderse por uno mismo, el poder atender las necesidades que uno tiene”, comenta, como por ejemplo el simple hecho de poder ir al servicio él solo. No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, o eso suele decir mucho la gente cuando ha pasado el tren y Paco lo sabe bien. 

Asegura que al estar en la asociación y encontrar casos como el suyo ha hecho que se sienta “comprendido y apoyado por todos los demás”. “Encontré afecto, compañía, ánimo y lucha, mucha lucha por parte de todas las personas de la asociación”, sentencia. Además, hace referencia a la unión que existe dentro de la entidad, la cual le encantaría que se trasladase al conjunto de la sociedad. 

 

La familia, un pilar fundamental

El apoyo familiar ha supuesto, hablando en cifras, “más de un 60%”, asegura Paco. Además de la asociación y de su sacrificio personal que, humildemente, no sabe si se puede valorar. Claro que se puede y se debe poner en valor, Carballo. “Mi mujer y mis tres hijas me ayudaron y siguen ayudando. Significan todo, todo lo que es la vida es por ellas, al igual que mis nietos”, agradece con la mayor sonrisa que se puede ver en toda la entrevista. Sin este apoyo diario no sería posible que mantuviese su movilidad, pudiese controlar sus emociones o, sin ir más lejos, las funciones básicas del día a día.

La familia ha sido un pilar para Paco y un motivo para continuar luchando. Él, tan futbolero como me comenta, siempre amante de su Deportivo, del equipo de su ciudad, asegura que siempre jugaba al fútbol de pequeño, como portero. Confiesa que no se le daba del todo bien, pero que la voluntad siempre estuvo, y esa es la misma que le empujó a recuperar, poco a poco, todo lo que tiene hoy.

Al final de la entrevista, Paco me deja sin palabras. Positivo y luchador hasta el final, lanza un mensaje de ánimo a todos los que se encuentren en su misma situación: “tened fe, voluntad, trabajo y confiad en los demás”. Asegura que muchas veces en la vida no confiamos en los demás, pero hay que hacerlo porque se entregan a ti cuando lo necesitas, sin importar nada más.